Aterpe es un centro de Cáritas que atiende a personas sin
hogar y en situaciones de exclusión, emplazado en San Sebastián.
Dispone de comedor, y también un centro de noche para personas que están en un
proceso de acompañamiento con Cáritas. Durante los últimos meses he tenido la
oportunidad de colaborar en el comedor los sábados por la mañana,
experiencia que me gustaría compartir en estas líneas.
El servicio ofrecido consiste básicamente en dar desayunos
durante la mañana, y a la salida, una bolsa con el almuerzo. El comedor se abre los sábados
a las 10. Mis compañeros y yo llegábamos un rato antes, junto con los demás
voluntarios, para empezar a preparar los desayunos. Normalmente hay alguien en
la cocina preparando el café y la carne para los bocadillos. Los demás
voluntarios nos distribuimos las tareas según las circunstancias.
La experiencia de colaborar en Aterpe me ha permitido
acercarme un poco a las vidas y a la realidad de las personas en situación de
exclusión. Allí vienen personas muy
diferentes. Para mí ha sido ocasión de aprender y crecer. Creo que, como suele
ocurrir en las experiencias de voluntariado, uno llega con buenas intenciones
pero también con ideas preconcebidas que hay que ir aterrizando. Allí se ve que la vida de muchas personas es
compleja, y uno tiene pocas soluciones que ofrecer, en principio. Lo que sí se
puede ofrecer es un desayuno, y también la acogida, la conversación en la
medida que quieran, y un ambiente agradable en que puedan sentirse a gusto al
menos ese rato.
A veces los usuarios protestan, se quejan… puede ser porque
han tenido un mal día, o porque alguno tiene peor carácter; pero también con
ello nos recuerdan que tienen dignidad, que por ser voluntario no vale hacer
las cosas de cualquier manera (y en cristiano, el amor se concreta en el
servicio). A mí también me ha hecho pensar sobre lo exigente que soy a veces
con mi propia realidad.
Aunque vienen con distinta frecuencia, algunos de los
usuarios se conocen entre sí. Saben cuando uno ha faltado en el albergue, se
preguntan, se preocupan unos de otros. Esto me hizo ver que donde uno como
voluntario no puede llegar, a veces ellos mismos se están ayudando unos a
otros. Antes de que lleguemos nosotros, Dios ya está actuando, y también
debemos aprender a escucharlo y cooperar con Él.
Para mí, en el fondo de esta experiencia está Dios. Creo que
Él nos llama a estar con los pobres, los que viven en dificultades, angustiados
u oprimidos. Dios es el que mueve el
deseo de ayudarles. Y Jesús nos enseña
en la parábola del buen samaritano cuál es el primer paso: “tuvo compasión; y, acercándose
…”. Creo que este esfuerzo por estar
cerca, aunque se concrete en algo pequeño como ofrecer un desayuno, algo de
compañía, y toda la amabilidad y afecto que sea posible, nos cambia la mirada y
aviva en nosotros el deseo de trabajar y comprometernos en el conjunto de
nuestra vida por ofrecer una vida feliz y plena a todas las personas.
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