viernes, 28 de junio de 2013

MISIONES DE VERANO

Ahora llega el tiempo de la dispersión. Los novicios de primero han sido enviados para colaborar en diferentes obras y misiones de la Compañía. El verano es largo y hay tiempo para trabajar en parroquias, centros de acogida -con inmigrantes o enfermos-, campamentos y alguna peregrinación. Tampoco podemos olvidar las vacaciones y cómo no, la visita a las familias.
Es un tiempo para encontrarse con mucha gente, reconocer a Jesús en ellos y vivir en misión.

Los novicios de segundo también son enviados, pero en una misión diferente. El mes de peregrinación. Una de las experiencias fundamentales del noviciado. Sí es una peregrinación, pero distinta a lo habitual o a las experiencias de supervivencia. Una peregrinación, en  pobreza,  que busca poner toda la confianza en Dios y  por tanto, caminar por dentro y caminar por fuera.

A continuación os ofrecemos el testimonio de Jaime Espiniella SJ -jesuita estudiante en Salamanca- que el año pasado realizó esta experiencia:

Peregrinar sin dinero es una de las experiencias que hacemos en el segundo año de noviciado. Lejos de una experiencia de supervivencia, esta nos pone en contacto con un Dios que sale al encuentro en el camino, y nos acerca a la experiencia que tuvieron los primeros jesuitas.
El año pasado, los cuatro novicios de 2º hemos recorrido los primeros 337 kilómetros del camino ignaciano, es decir, desde Loyola hasta Zaragoza. En el camino nos hemos encontrado con personas increíbles que no sólo nos han acogido sino que nos han ayudado a comprender más en profundidad el mundo en el que vivimos y al Dios al que seguimos.
Aunque peregrinamos juntos, cada uno recorre su propio camino interiormente. Poder compartirlo es un gran regalo que nos va ayudando a crecer. Tener que pedir cada día, haciendo frente a la inseguridad y la intemperie nos ha abierto a experiencias que van construyendo nuestra historia personal con Dios. Ha sido especialmente importante la experiencia de gratuidad, el sentir que no existen partes de nuestra vida en las que Dios no puede hacerse presente y que nos sigue enseñando que sus sueños para nosotros son siempre más grandes que los nuestros.


Al llegar el día 10 de julio a Zaragoza no podíamos evitar compartir esa alegría profunda que hoy seguimos recordando y que nos lleva a dar gracias una y otra vez.

Os pedimos que nos recordéis en vuestras oraciones, y nos vemos a la vuelta del verano.

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