miércoles, 2 de octubre de 2019

Arrancamos un nuevo curso en el Noviciado


            Nuestros compañeros de primero ya han sido inscritos por el Maestro en el libro del Noviciado. En este libro aparecen los nombres de todos los jóvenes que decidieron ser jesuitas: de ahí su importancia. Es tradición en la Compañía de Jesús que al finalizar la primera probación se apunte en el libro: el nombre del novicio, el nombre de los padres, su lugar de nacimiento,  la diócesis a la que pertenecen y la fecha de entrada. Emiliano desde Buenos Aires (Argentina), Manuel desde Córdoba (Argentina), Alejandro desde Madrid y Javier desde Gijón dieron el sí a la llamada de Jesús tras el triduo de oración que tuvieron en Javier (Navarra).


Con este acontecimiento comenzamos el tiempo ordinario en el Noviciado. Éste no es un tiempo para rellenar de actividades que nos gusten. Tampoco es un tiempo de grandes salidas en servicio al exterior. No. Es un tiempo de viaje a nuestro interior. De profundizar en nuestra historia y en nuestro corazón. Es un tiempo de búsqueda.  Es el tiempo en el que somos retados a buscar el mayor  “conocimiento interno de Jesús”.  Es tiempo de hacer nuestro el modo de Jesús al tratar con las personas. Somos invitados a descubrir nuestros propios bloqueos y dificultades que nos impiden ser libres para un mejor servicio a Dios en el mundo. A buscar y hallar a Dios en todas las cosas. Es un tiempo que nos ayuda a colocar en nuestro corazón la abnegación (salir de nuestros intereses) y la pureza de intención. Somos convidados a vivir la misión a través de una experiencia real de “amigos en el Señor”; a ser transparentes y auténticos en nuestra vida; a conocer más profundamente la Compañía; a mirar el mundo desde la mirada de Dios; a vivir con los pobres y los que sufren; a vivir en la Iglesia Universal ganando toda la disponibilidad y libertad para ir a donde Jesús nos envíe y nadie quiera o pueda ir.


Manuel, Javier, Emiliano y Alejandro con el libro del Noviciado

Arrancamos este nuevo curso junto con los compañeros de segundo.  Os pedimos que roguéis a Dios para que dejemos que Él entre en nuestro interior. Es difícil relajar las defensas que nos protegen de nuestras debilidades. Pero queridos familiares, compañeros y amigos: es imposible que Dios entre en nuestro corazón si no pasamos por ahí. Pedir por nosotros a Dios para que convierta nuestro corazón lo más parecido al de un niño ilusionado, al de un adolescente enamorado del amor primero o como el de un anciano agradecido, al final de sus días, por el don de la vida.

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