Durante
la etapa del Noviciado en la Compañía de Jesús, vamos siendo más conscientes
del misterio que inunda nuestro día a día. Aprender a vivir agradecidos a Dios
Padre por todas las cosas y todos los misterios donde lo encontramos, es una
tarea que vamos interiorizando y que San Ignacio asimiló ya en Manresa. Poder
compartir como compañeros este camino es una alegría que nos colma el alma,
facilitándolo y haciéndolo apreciable.
El pasado viernes 31 de Mayo,
viajamos a Madrid para compartir la alegría de la ordenación de nuestros
compañeros Carlos y Roberto. Acompañamos a Darío Mollá SJ al aeropuerto de Bilbao para tomar su vuelo a Valencia. Darío
nos regaló durante la semana pasada parte de todo lo que en su camino como
jesuita ha ido aprendiendo de la Espiritualidad Ignaciana. Concretar rostros de
hombres que van entregando su vida por la causa de Jesús, nos enciende aún más
el deseo de seguir y ayudar a Cristo en su misión, de construir un mundo más
justo allá donde haga falta.
Juntos los tres novicios, en nuestro
sencillo coche, viajamos hasta Madrid, compartiendo canciones y anécdotas.
Hicimos una parada en Aranda del Duero (Burgos) para pasear y poder tomar
nuestro bocata, y así llegar a la capital donde nos esperaba el Maestro, para
alojarnos en la Comunidad de Ventilla nº 103. El calor en Madrid era mucho más
notable que en San Sebastián, pero verdaderamente fuimos conscientes de que el
fin de semana ardería por otro motivo.
Aquella noche de viernes, comenzamos
a poder compartir nuestra vida con aquellos compañeros que están estudiando
teología en Comillas y que, al igual que nosotros, se sintieron en su día y se
sienten hoy, llamados por Jesús. Este "poder compartir", es pura
gracia que se confirma cuando nos sentimos cómodos y alegres en conversaciones
en las que se transmite la alegría de ser jesuitas.
El sábado fue el gran día de
celebración para nuestra Provincia. Nos invitaron a unirnos al coro que
animaría la ceremonia que presidió el Cardenal y Arzobispo de Madrid D. Carlos
Osoro. En él había laicos y también escolares jesuitas, mujeres y hombres, que
uniendo sus voces intentábamos ayudar a crear un clima de oración y también
así, compartir nuestra alegría por la vida de Carlos y Roberto. La emoción y la
ilusión de ellos, rápidamente nos fue contagiada y unidos en oración pudimos
sentir y compartir, la alegría de que este Cuerpo Apostólico llamado Compañía
de Jesús contaba con dos sacerdotes más para contribuir a la causa del Hijo de
Dios, que es la nuestra. Roberto abrazó con fuerza a su madre y Carlos bromeaba
con sus pequeños sobrinos. Efectivamente, la Parroquia de San Francisco Javier
ardía.
El domingo por la tarde, volvíamos a
San Sebastián muy cansados pero verdaderamente emocionados y agradecidos por
todo lo vivido. La alegría de poder compartir con los compañeros nuestros
sueños para este mundo, nos afianza en la vuelta a la distribución ordinaria de
nuestra casa. En pocos días, sabremos nuestros destinos y misión para este
verano, en el que sin lugar a dudas, será una nueva oportunidad de poder
compartir la alegría de ser seguidores de Jesús, y solo Dios sabe, si podremos
hacerlo contigo.
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