Una de las cuestiones
recurrentes que surgen al hablar de la vocación es ¿cómo se lo tomó tu familia?
Cada uno de nosotros la responde como buenamente puede, pero de alguna forma
todos insistimos en que nuestras personas amadas, igual que nosotros, viven su
propio proceso de asimilación de la vocación.
Dentro de estos procesos,
un momento especialmente esperado por todos es el fin de semana de familias. En
esta ocasión, la mayoría de nuestros familiares llegaron al Noviciado el
viernes cinco de mayo justo antes de comer y marcharon el domingo o el lunes a
primera hora. A diferencia del encuentro de noviembre, las familias de los
novicios de primero y de segundo vinieron a la vez. Es alentador constatar como
se van tejiendo lazos de amistad entre todos.
Durante esos días, la
distribución ―el horario― del Noviciado se altera notablemente. Así, después de
la comida del viernes en casa, tuvimos la tarde libre para disfrutar de
nuestras familias. El sábado, nos reunimos para celebrar la Eucaristía,
presidida por el Maestro, y compartir la comida. Finalmente, el domingo, fue un
día libre, en que varias familias aprovecharon para visitar Loyola.
La comunidad y las familias reunidas
A nadie se le escapan las
profundas emociones que suscitan estos escasos dos días, entre otras, la
ilusión al preparar la casa para acoger a tantas personas queridas, la alegría
enorme del reencuentro, la tranquilidad de ver que todos estamos bien o la
dificultad de la despedida...
Ahora bien, la vida en el
Noviciado no se detiene, y si nuestros familiares empezaban a partir el
domingo, ese mismo día, llegaba a casa Adolfo Chércoles, SJ, para impartir un
curso sobre la oración en San Ignacio. La concisión y profundidad de nuestro
fundador explicada con la sencillez de Adolfo nos ha impresionado a todos.
Imagen del curso sobre la oración en San Ignacio
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