
Posteriormente nos unimos a la comunidad de jesuitas para celebrar una comida fraternal. En los mismos salones donde centenares de compañeros han comido antes que nosotros pudimos disfrutar de los manjares azpeitiarras y de las historias de nuestros mayores. El cariño y la acogida nos hicieron sentir una vez más que estábamos en casa.
Por último no podíamos dejar de pasar, antes de volver a San Sebastián, por la enfermería donde viven los compañeros que han entregado toda su vida a Dios y a los hombres y ahora necesitan descansar en sus últimos años. Todos ellos son para nosotros ejemplo y motivo de agradecimiento al Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario