Nuestros compañeros de primero ya
han sido inscritos por el Maestro en el libro del Noviciado. En este libro
aparecen los nombres de todos los jóvenes que decidieron ser jesuitas: de ahí
su importancia. Es tradición en la Compañía de Jesús que al finalizar la
primera probación se apunte en el libro: el nombre del novicio, el nombre de
los padres, su lugar de nacimiento, la
diócesis a la que pertenecen y la fecha de entrada. Emiliano desde Buenos Aires
(Argentina), Manuel desde Córdoba (Argentina), Alejandro desde Madrid y Javier
desde Gijón dieron el sí a la llamada de Jesús tras el triduo de oración que
tuvieron en Javier (Navarra).
Con
este acontecimiento comenzamos el tiempo ordinario en el Noviciado. Éste no es
un tiempo para rellenar de actividades que nos gusten. Tampoco es un tiempo de
grandes salidas en servicio al exterior. No. Es un tiempo de viaje a nuestro
interior. De profundizar en nuestra historia y en nuestro corazón. Es un tiempo
de búsqueda. Es el tiempo en el que
somos retados a buscar el mayor
“conocimiento interno de Jesús”. Es
tiempo de hacer nuestro el modo de Jesús al tratar con las
personas. Somos invitados a descubrir nuestros propios bloqueos y dificultades
que nos impiden ser libres para un mejor servicio a Dios en el mundo. A buscar
y hallar a Dios en todas las cosas. Es un tiempo que nos ayuda a colocar en
nuestro corazón la abnegación (salir de nuestros intereses) y la pureza de intención. Somos convidados a vivir la misión a
través de una experiencia real de “amigos en el Señor”; a ser
transparentes y auténticos en nuestra vida; a conocer más profundamente la
Compañía; a mirar el mundo desde la mirada de Dios; a vivir con los pobres y
los que sufren; a vivir en la Iglesia Universal ganando toda la disponibilidad y
libertad para ir a donde Jesús nos envíe y nadie quiera o pueda ir.
Manuel, Javier,
Emiliano y Alejandro con el libro del Noviciado
Arrancamos
este nuevo curso junto con los compañeros de segundo. Os pedimos que roguéis a Dios para que dejemos
que Él entre en nuestro interior. Es difícil relajar las defensas que nos
protegen de nuestras debilidades. Pero queridos familiares, compañeros y
amigos: es imposible que Dios entre en nuestro corazón si no pasamos por ahí.
Pedir por nosotros a Dios para que convierta nuestro corazón lo más parecido al
de un niño ilusionado, al de un adolescente enamorado del amor primero o como
el de un anciano agradecido, al final de sus días, por el don de la vida.
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