miércoles, 28 de agosto de 2013

VILLABETANIA

Por último, Javier nos cuenta su experiencia:
Definir Villabetania simplemente como una casa de acogida de Caritas, que alberga usuarios con VIH (SIDA) y organizada y dirigida por las Hijas de la Caridad, sería faltar a la realidad. Porque esa realidad necesita añadir las palabras familia, crecimiento, aceptación, salir de uno mismo, .... Villabetania, situada entre Martutene y las Riberas de Loyola, es una gran familia de personas. Merche más otras Hijas de la Caridad que están encargadas de la manutención, servicios médicos, higiénicos, domésticos son las protagonistas, pero existen un conjunto de actores secundarios, que sin ellos, Villabetania no sería lo mismo: El equipo de profesionales, que trabaja en el recinto, con la limpieza, la cocina, el comedor, etc... Los familiares de los propios usuarios, que colaboran o en  las actividades que se desarrollan allí. Y por último, los voluntarios que participamos regularmente de talleres, salidas o excursiones, completamos esa gran familia que es Villabetania.

El objetivo de los tres novicios que asistimos dos veces por semana  es coordinar un taller (los jueves) que no tiene una temática concreta, sino tan sólo busca, de alguna manera, establecer una comunicación, un diálogo, en el que puedan sentirse interpelados por una realidad distinta a la que están acostumbrados. Se trata por tanto, de ofrecer un tipo de "compañía", de acompañamiento, de conversación diferente a la que tienen en su día a día, sacándoles un poco de su rutina. Talleres en los que hemos podido ahondar en su interioridad, trabajar algunos sentidos, discutir algunos temas polémicos, pero sobre todo hablar, cantar, reír, incluso bailar.

Además de ese taller, los domingos salimos a descansar y pasar un rato agradable después de una semana llena de actividades, entrevistas, médicos, horarios... Un rato  para seguir dignificando sus vidas, para reírse y disfrutar de un aperitivo, un paseo o un pincho cerca del mar o la montaña. Cosas cotidianas y pequeñas, que "rompen" con la rutina del día a día, y descansan mental y físicamente a los usuarios y a los trabajadores.

Villabetania para mí es un encuentro real con el Cristo que se encarna en los que sufren, que me interpela para intentar acompañarles, algunas veces cargando con su propia cruz, otras simplemente, escuchando, estando, hablando y otras riendo y disfrutando con total normalidad.

Los sentimientos de impotencia y frustración son frecuentes, en ellos y en nosotros, pero se entremezclan con las ganas, día tras día, de tirar para adelante, de sacar lo mejor de uno mismo, de confiar en un Dios que no sólo les mira a ellos, sino que les acoge como sus preferidos.

Villabetania es un GRACIAS en mayúsculas por todo lo vivido y compartido, por todo lo recibido en este curso, y por todo lo que generará en un futuro en nuestras vidas.

¡Nos vemos en septiembre!

martes, 13 de agosto de 2013

ATERPE

Andrés nos cuenta su experiencia en Aterpe:

Aterpe es un centro de Cáritas que atiende a personas sin hogar y en situaciones de exclusión, emplazado en San Sebastián. Dispone de comedor, y también un centro de noche para personas que están en un proceso de acompañamiento con Cáritas. Durante los últimos meses he tenido la oportunidad de colaborar en el comedor  los sábados por la mañana, experiencia que me gustaría compartir en estas líneas.
El servicio ofrecido consiste básicamente en dar desayunos durante la mañana, y a la salida, una bolsa con el almuerzo.  El comedor se abre los sábados a las 10. Mis compañeros y yo llegábamos un rato antes, junto con los demás voluntarios, para empezar a preparar los desayunos. Normalmente hay alguien en la cocina preparando el café y la carne para los bocadillos. Los demás voluntarios nos distribuimos las tareas según las circunstancias.

La experiencia de colaborar en Aterpe me ha permitido acercarme un poco a las vidas y a la realidad de las personas en situación de exclusión.  Allí vienen personas muy diferentes. Para mí ha sido ocasión de aprender y crecer. Creo que, como suele ocurrir en las experiencias de voluntariado, uno llega con buenas intenciones pero también con ideas preconcebidas que hay que ir aterrizando.  Allí se ve que la vida de muchas personas es compleja, y uno tiene pocas soluciones que ofrecer, en principio. Lo que sí se puede ofrecer es un desayuno, y también la acogida, la conversación en la medida que quieran, y un ambiente agradable en que puedan sentirse a gusto al menos ese rato.
A veces los usuarios protestan, se quejan… puede ser porque han tenido un mal día, o porque alguno tiene peor carácter; pero también con ello nos recuerdan que tienen dignidad, que por ser voluntario no vale hacer las cosas de cualquier manera (y en cristiano, el amor se concreta en el servicio). A mí también me ha hecho pensar sobre lo exigente que soy a veces con mi propia realidad.
Aunque vienen con distinta frecuencia, algunos de los usuarios se conocen entre sí. Saben cuando uno ha faltado en el albergue, se preguntan, se preocupan unos de otros. Esto me hizo ver que donde uno como voluntario no puede llegar, a veces ellos mismos se están ayudando unos a otros. Antes de que lleguemos nosotros, Dios ya está actuando, y también debemos aprender a escucharlo y cooperar con Él.




Para mí, en el fondo de esta experiencia está Dios. Creo que Él nos llama a estar con los pobres, los que viven en dificultades, angustiados u oprimidos.  Dios es el que mueve el deseo de ayudarles.  Y Jesús nos enseña en la parábola del buen samaritano cuál es el primer paso: “tuvo compasión; y, acercándose  …”. Creo que este esfuerzo por estar cerca, aunque se concrete en algo pequeño como ofrecer un desayuno, algo de compañía, y toda la amabilidad y afecto que sea posible, nos cambia la mirada y aviva en nosotros el deseo de trabajar y comprometernos en el conjunto de nuestra vida por ofrecer una vida feliz y plena a todas las personas.